sábado, 24 de diciembre de 2011

A los Líderes Mundiales No les Importa el Cambio Climático

La Cumbre del Clima de Durban ha supuesto un nuevo fiasco para el planeta. Se ha consumado así una nueva y peligrosa traición a la humanidad por parte de la mayoría de líderes mundiales y los grandes lobbies económicos internacionales.

Tanto el futuro del protocolo de Kioto (que no tendrá rango jurídico hasta el 2020) como la reducción de emisiones y la puesta en marcha del Fondo Verde para el Clima se quedaron en puras intenciones fallidas y decepcionantes. La crisis, la codicia de los mercados, el egoísmo de los mercaderes no se contenta con propiciar recortes sociales y derechos democráticos sino que, desde la mayor de las irresponsabilidades, ningunea hasta el paroxismo el medio ambiente y el futuro de la Tierra y sus habitantes.

Kioto, Montreal, Bali, Copenhague, Cancún, Durban, han sido citas propiciadas por la ONU desde hace casi veinte años y nacidas y acogidas con enorme esperanza por los científicos y la ciudadanía concienciada, pero no han provocado sino frustraciones y desengaños en cada edición. No han servido sino para representar la escenificación de un marco de poder político-financiero internacional en el que los más influyentes se niegan a ceder algo, por poco que sea, que limite su capacidad de poder y control económico y geoestratégico. Y todavía muchos de los países participantes en la Cumbre -España entre ellos- se atreven a calificar como exitoso lo que no es sino un atentado a los derechos humanos, a la justicia universal y al medio natural.

Los daños sobre la salud de millones de personas, la desaparición de especies, el aumento de las catástrofes naturales (mejor dicho no naturales y ligadas a la civilización), o los crecientes conflictos bélicos en distintos rincones del mundo no son sino algunos de los elementos más visibles de esta codicia irresponsable y sin límites. Para Jeffrey D. Sachs “el desastre es inevitable, a menos que cambiemos. Si nuestras sociedades se rigen por el principio de la avaricia, con los ricos haciendo todo lo posible para enriquecerse aún más, la creciente crisis de recursos producirá una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres y muy posiblemente una lucha cada vez más violenta por la supervivencia”.

A pesar de la crisis, la actividad humana produjo en el pasado año 10.000 millones de toneladas de CO2. Las emisiones de este gas han crecido en un 49% en los últimos veinte años, superando las peores previsiones y elevando la posibilidad de que la temperatura aumente en más de dos grados antes de final de siglo. De hecho en los últimos cincuenta años ya ha aumentado en un grado. Y si a esto se suma el que la población mundial ha alcanzado la cifra de 7.000 millones de personas (el doble que en los años sesenta del siglo pasado) no cabe la menor duda de que la advertencia de WWF de que, de seguirse a este ritmo de degradación de la naturaleza y de demanda de recursos necesitaremos dos planetas como la Tierra en 2030, se hace cada día más real.

Pero la crisis, más allá de convertirse en una oportunidad para la reflexión y para la búsqueda de un cambio de modelo productivo más respetuoso con las personas, con la igualdad social y el medio natural, está sirviendo para que el neoliberalismo desarrolle una peligrosa huida hacia adelante de imprevisibles consecuencias, aunque quizás sería mejor decir de terribles consecuencias. Ya no cabe otra cosa que crecimiento económico, déficits, deudas, bolsas, calificaciones…

Y para consumar este despropósito no dejan de utilizar todos los medios a su alcance y más. Al inquietante poder de los mercados sobre los estados y sobre las democracias se suma la capacidad de condicionar el pensamiento crítico, la concienciación y la información de millones de ciudadanos con la creación y financiación de amenazantes y perversos grupos de opinión negacionistas de poderosa influencia mundial. Mientras el 97% de la comunidad científica internacional insiste en denunciar las peligrosas derivas del cambio climático, un entramado de organizaciones ultraconservadoras y lobbies, fundamentalmente energéticos, invierten centenares de millones de euros para conseguir presionar a los partidos políticos, comprar científicos y universidades y para torcer la opinión ciudadana atacando a investigadores, organizaciones, etc. Estamos hablando de Exxon Mobil, Chevron, Industrias Koch (los grandes financiadores del Tea Party), BP, Ford, General Motors, Chrysler, la Nacional Coal Association, la Westeer Fuel Association entre otras, en EEUU y, según Climate Action Network, también multinacionales europeas como Eon, Basf, Bayer, Gdf-Suez, etc.… Todas ellas patrocinan numerosas organizaciones negacionistas a las que se reviste de seriedad y competencia, de think tank creadores de pensamiento que llegan al último rincón del planeta con sus engaños ponzoñosos, manipuladores e incendiarios. Una de ellas, la Fundación Heritage, decía estos días a propósito de la cumbre de Durban: “el supuesto consenso científico sobre el calentamiento global antropogénico se está desmoronando ya que van surgiendo más evidencias de que la influyente ciencia del clima está plagada de oportunismo político. (…) Es hora de que estas conversaciones sobre el clima se acaben ya y para siempre (…) EEUU pone en riesgo su regreso a tener una economía fuerte y dinámica por la ineficaz y cara reducción de las emisiones o por desvirtuar la política tributaria.” La realidad es que han conseguido parar la agencia ambiental de Obama y que renunciara a su plan para atajar las emisiones.

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